La sobreexposición a la “luz azul” puede ser peligrosa y nos afecta de varias maneras:

  • Altera nuestro ciclo de sueño/vigilia: la excesiva exposición a la luz azul puede interferir con la producción de la hormona melatonina, produciendo un estado de vigilia más prolongado.
  • Por su parte, una menor producción de esta hormona puede alterar el metabolismo de la glucosa aumentando el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
  • Los niños y jóvenes son más sensibles a la luz azul, especialmente los de más corta edad. Esto puede ser debido a que, generalmente, tienen pupilas más grandes y los medios oculares son más transparentes, lo que resulta en una mayor cantidad de luz azul que llega a la retina. Las consecuencias pueden ser debastadoras: poca calidad de sueño, un estado de alerta más prolongado, menor capacidad de concentración y menor rendimiento escolar. Además se está estudiando su relación con la obesidad y la depresión.
  • Nos provoca síntomas de cansancio y estrés visual.
  • A largo plazo puede provocar alteraciones en las células de la retina del ojo. Estos cambios se han asociado a enfermedades como la DMAE.
  • Se sospecha que la luz azul-violeta ayuda a la formación de cataratas.

Se ha demostrado que la luz azul tiene efectos adversos sobre la estructura celular en estudios in-vitro y animales vivos.

En humanos, los síntomas a corto plazo son fáciles de identificar: irritación ocular, cansancio, pesadez, falta de concentración, etc…

Así que tenemos una evidencia clara de que la luz azul puede causar la degradación y muerte celular en organismos vivos y la sospecha de que también afecta al ojo humano causando múltiples problemas (algunos de ellos graves) a corto y largo plazo.

El aumento de enfermedades degenerativas del ojo, ligado al aumento en nuestra esperanza de vida, nos hace considerar seriamente la posibilidad de que este peligro tenga una consecuencia de peso en la visión de la población en su conjunto.

Fuente: https://linazasoro-optika.eus/